Yo nací un dia que Dios estubo enfermo
una de las frases mas recordadas de
César Vallejo escritor peruano, es la que pueden ver en el título,
indudablemente muchos de sus poemas cautivaron y fueron aplaudidos
fervorosamente por sus poetas y amigos contemporáneos como Pablo
Neruda ( era muy amigos, en aquella época Vallejo estaba casado con
Georget, y Georget y Neruda no simpatizaban, lo gracioso era que
cada vez que salía Georget de la casa, encerraba a Vallejo, y Neruda
que sabía lo ayudaba a escapar por la ventana, y se paseaban a sus
anchas)
títulos como los dados eternos, los heraldos negro,
espergesia, son mundialmente reconocidos y bastante afamados. He
recopilado aquí algunos poemas que me gustan mucho de Vallejo,
personalmente y que me perdonen todos los comunistas y los amantes
del indigenismo, sus cuentos como Paco yunque o el Tugsteno no me
gustan, pero estos poemas si que valen, al menos yo los veo
así.
Espergesia
Yo nací un día que Dios
estuvo enfermo.
Todos saben que vivo, que soy malo; y no
saben del diciembre de ese enero. Pues yo nací un día que
Dios estuvo enfermo.
Hay un vacío en mi aire
metafísico que nadie ha de palpar: el claustro de un
silencio que habló a flor de fuego.
Yo nací un día que
Dios estuvo enfermo.
Hermano, escucha, escucha... Bueno. Y
que no me vaya sin llevar diciembres, sin dejar
eneros. Pues yo nací un día que Dios estuvo
enfermo.
Todos saben que vivo, que mastico... y no
saben por qué en mi verso chirrían, oscuro sinsabor de
ferétro, luyidos vientos desenroscados de la
Esfinge preguntona del Desierto.
Todos saben... Y no
saben que la Luz es tísica, y la Sombra gorda... Y no saben
que el misterio sintetiza... que él es la joroba musical y
triste que a distancia denuncia el paso meridiano de las lindes a
las Lindes.
Yo nací un día que Dios estuvo
enfermo, grave.
Amor prohibido
Subes
centelleante de labios y de ojeras! Por tus venas subo, como un
can herido que busca el refugio de blandas aceras.
Amor,
en el mundo tú eres un pecado! Mi beso en la punta chispeante del
cuerno del diablo; mi beso que es credo sagrado!
Espíritu
en el horópter que pasa ¡puro en su blasfemia! ¡el corazón que
engendra al cerebro! que pasa hacia el tuyo, por mi barro
triste. ¡Platónico estambre que existe en el cáliz donde tu
alma existe!
¿Algún penitente silencio siniestro? ¿Tú
acaso lo escuchas? Inocente flor! ... Y saber que donde no hay un
Padrenuestro, el Amor es un Cristo pecador!
El
poeta a su amada
Amada, en esta noche tú te has
crucificado sobre los dos maderos curvados de mi beso; y tu
pena me ha dicho que Jesús ha llorado, y que hay un viernes santo
más dulce que ese beso.
En esta noche clara que tanto me has
mirado, la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su
hueso. En esta noche de setiembre se ha oficiado mi segunda
caída y el más humano beso.
Amada, moriremos los dos juntos,
muy juntos; se irá secando a pausas nuestra excelsa
amargura; y habrán tocado a sombra nuestros labios
difuntos.
Y ya no habrá reproches en tus ojos benditos; ni
volveré a ofenderte. Y en una sepultura los dos nos dormiremos,
como dos hermanitos.
Heces
Esta tarde
llueve, como nunca; y no tengo ganas de vivir,
corazón.
Esta tarde es dulce. Por qué no ha de ser? Viste
de gracia y pena; viste de mujer.
Esta tarde en Lima llueve.
Y yo recuerdo las cavernas crueles de mi ingratitud; mi bloque
de hielo sobre su amapola, más fuerte que su "No seas
así!"
Mis violentas flores negras; y la bárbara y enorme
pedrada; y el trecho glacial. Y pondrá el silencio de su
dignidad con óleos quemantes el punto final.
Por eso esta
tarde, como nunca, voy con este búho, con este corazón.
Y
otras pasan; y viéndome tan triste, toman un poquito de ti en
la abrupta arruga de mi hondo dolor.
Esta tarde llueve,
llueve mucho. ¡Y no tengo ganas de vivir,
corazón!
La copa negra
La noche es una copa
de mal. Un silbo agudo del guardia la atraviesa, cual vibrante
alfiler. Oye, tú, mujerzuela, ¿cómo, si ya te fuiste, la onda
aún es negra y me hace aún arder?
La tierra tiene bordes de
féretro en la sombra. Oye, tú, mujerzuela, no vayas a
volver.
Mi carne nada, nada en la copa de sombra que me
hace aún doler; mi carne nada en ella como en un pantanoso
corazón de mujer.
Ascua astral... He sentido secos roces
de arcilla sobre mi loto diáfano caer. ¡Ah, mujer! Por ti
existe la carne hecha de instinto. ¡Ah, mujer!
Por eso ¡oh
negro cáliz! aun cuando ya te fuiste, me ahogo con el polvo ¡y
piafan en mis carnes más ganas de beber!
Los dados
eternos
dedicatoria: Para Manuel González Prada
esta emoción bravía y selecta, una de las que, con más
entusiasmo me ha aplaudido el gran maestro.
Dios mío,
estoy llorando el ser que vivo; me pesa haber tomádote tu
pan; pero este pobre barro pensativo no es costra fermentada
en tu costado: tú no tienes Marías que se van!
Dios mío,
si tú hubieras sido hombre, hoy supieras ser Dios; pero tú,
que estuviste siempre bien, no sientes nada de tu creación. Y
el hombre sí te sufre: el Dios es él!
Hoy que en mis ojos
brujos hay candelas, como en un condenado, Dios mío, prenderás
todas tus velas, y jugaremos con el viejo dado... Tal vez ¡oh
jugador! al dar la suerte del universo todo, surgirán las
ojeras de la Muerte, como dos ases fúnebres de lodo.
Dios
mío, y esta noche sorda, oscura, ya no podrás jugar, porque la
Tierra es un dado roído y ya redondo a fuerza de rodar a la
aventura, que no puede parar sino en un hueco, en el hueco de
inmensa sepultura.
Los heraldos negros
Hay
golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! Golpes como del odio
de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se
empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son...
Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más
fuerte. Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; o los
heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas
hondas de los Cristos del alma de alguna fe adorable que el
Destino blasfema. Esos golpes sangrientos son las
crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos
quema.
Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos,
como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve
los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa,
en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no
sé!
Para el alma imposible de mi
amada
Amada: no has querido plasmarte jamás como lo ha
pensado mi divino amor. Quédate en la hostia, ciega e
impalpable, como existe Dios.
Si he cantado mucho, he
llorado más por ti ¡oh mi parábola excelsa de amor! Quédate en
el seso, y en el mito inmenso de mi corazón!
Es la fe,
la fragua donde yo quemé el terroso hierro de tanta mujer; y
en un yunque impío te quise pulir. Quédate en la
eterna nebulosa, ahí, en la multicencia de un dulce no
ser.
Y si no has querido plasmarte jamás en mi metafísica
emoción de amor, deja que me azote, como un
pecador.
Pienso en tu sexo...
Pienso en tu
sexo. Simplificado el corazón, pienso en tu sexo, ante el
hijar maduro del día. Palpo el botón de dicha, está en
sazón. Y muere un sentimiento antiguo degenerado en
seso.
Pienso en tu sexo, surco más prolífico y armonioso
que el vientre de la sombra, aunque la muerte concibe y
pare de Dios mismo. Oh Conciencia, pienso, si, en el bruto
libre que goza donde quiere, donde puede.
Oh escándalo de
miel de los crepúsculos. Oh estruendo
mudo.
¡Odumodneurtse!
Y si después de tantas
palabras...
¡Y si después de tántas palabras, no
sobrevive la palabra! ¡Si después de las alas de los
pájaros, no sobrevive el pájaro parado! ¡Más valdría, en
verdad, que se lo coman todo y acabemos!
¡Haber nacido
para vivir de nuestra muerte! ¡Levantarse del cielo hacia la
tierra por sus propios desastres y espiar el momento de apagar
con su sombra su tiniebla!
¡Más valdría, francamente, que
se lo coman todo y qué más da...!
¡Y si después de tanta
historia, sucumbimos, no ya de eternidad, sino de esas cosas
sencillas, como estar en la casa o ponerse a cavilar! ¡Y si
luego encontramos, de buenas a primeras, que vivimos, a juzgar
por la altura de los astros, por el peine y las manchas del
pañuelo! ¡Más valdría, en verdad, que se lo coman todo, desde
luego!
Se dirá que tenemos en uno de los ojos mucha
pena y también en el otro, mucha pena y en los dos, cuando
miran, mucha pena... Entonces... ¡Claro!... Entonces... ¡ni
palabra!
Yeso
Silencio. Aquí se ha hecho ya
de noche, ya tras del cementerio se fue el sol; aquí se está
llorando a mil pupilas: no vuelvas; ya murió mi
corazón. Silencio. Aquí ya todo está vestido de dolor
riguroso; y arde apenas, como un mal kerosene, esta
pasión.
Primavera vendrá. Cantarás «Eva» desde un minuto
horizontal, desde un hornillo en que arderán los nardos de
Eros. ¡Forja allí tu perdón para el poeta, que ha de dolerme
aún, como clavo que cierra un ataúd!
Mas... una noche de
lirismo, tu buen seno, tu mar rojo se azotará con olas de
quince años, al ver lejos, aviado con recuerdos mi corsario
bajel, mi ingratitud.
Después, tu manzanar, tu labio
dándose, y que se aja por mí por la vez última, y que muere
sangriento de amar mucho, como un croquis pagano de
Jesús.
Amada! Y cantarás; y ha de vibrar el femenino en mi
alma, como en una enlutada catedral.
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I vanish inside
your kiss Every day I love you more and more I can listen to
your heart 'cause we're one now. The greatest thing you'll ever
learn is just to love and be loved in return.
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